Impacto

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IMPACTO EMOCIONAL DE TENER UN BEBÉ EN LA UCIN

Cuando un recién nacido nace prematuro, de forma inesperada y además traumática, el ingreso en la UCIN se hace de inmediato y durante un tiempo indeterminado, lo que supone ya una separación dolorosa para los padres.

El recién nacido queda en manos de desconocidos profesionales y sus progenitores invadidos por la pena y múltiples preguntas sobre lo que pueda acontecer a continuación.

Los padres, cuando entran por primera vez al Servicio de Neonatología, están desconcertados, abrumados por la situación. Se encuentran en un entorno tecnificado, desconocido, rodeados de personas que, aunque lleguen posteriormente a conocer bien, en esos primeros instantes le son desconocidas, lo que en conjunto les lleva directamente a un estado de conmoción. Además, tienen que asimilar la nueva situación a la que se ven sometidos de una forma repentina y que distaba mucho de lo que habían imaginado.

El nuevo entorno, los sonidos de alarmas que no conocen y que sienten como amenazantes, el equipamiento, la presencia de tanto personal sanitario que cambia con cada turno de trabajo, la paralización de la dinámica familiar (padres, hermanos, abuelos, etc.) y , en ocasiones, hasta el desplazamiento a otra ciudad donde no residen, junto con la situación y visión de su hijo sólo dentro de una incubadora y rodeado de cables y tubos, son algunas de las razones que hacen que se sientan desolados. Todo ello hace que en definitiva estén viviendo una auténtica pesadilla y sientan como pierden el  control de su rol como padres.

Ante esta perspectiva de futuro incierto, se puede deducir que a los padres se les exige en muy poco tiempo que se adapten y acepten un trance muy complicado, porque no es solamente comprender y asumir una realidad, sino también tomar conciencia de la posibilidad de enfrentarse a secuelas a largo plazo, de modo que una consecuencia lógica es la aparición de estrés y ansiedad. Para los padres el hecho de tener un bebé enfermo supone un proceso complejo, que afrontarán con más o menos eficacia, en el cual se mezclan emociones ambivalentes, sentimientos de culpa, de pérdida, de fracaso, angustia, frustración y rechazo.

El primero de los hechos al que se han de enfrentar los padres es la dificultad para tener contacto físico permanente con su hijo. Por ello presentan sentimientos fluctuantes de tristeza, culpa, fracaso e impotencia al tener la sensación de “¿por qué otras madres salen del hospital con su bebé en los brazos y yo no?”, “no poder hacer nada por ayudar a su hijo” y “no sentir a mi hijo como propio sino como un ser desvalido y distante de mí”. Permitir la entrada libre a los padres en los Servicios de Neonatología las 24 horas al día no consigue aliviar estos sentimientos porque cuando vuelven a casa cada día experimentan una dolorosa separación que, muchas veces, les impide comprender y asimilar las explicaciones que el equipo de médicos y enfermeras intenta hacer llegar a esos padres.

Podemos hacer el esfuerzo de intentar por un momento ponernos en el lugar de esos padres y “vivir su situación”; es lo que llamamos empatía. Primero recibimos la información de que nuestro hijo recién nacido no está sano y requiere un ingreso inmediato en un Servicio de Neonatología. No nos pueden precisar ni el tiempo ni las consecuencias que pueden derivarse de esa estancia ni tampoco lo que realmente le pasa porque le tienen que hacer una serie de pruebas.

De repente nuestros sueños se vienen abajo y, lo que habíamos imaginado como uno de los momentos más deseados y esperados en nuestra vida, se desvanece y se transforma en una incertidumbre que no podemos asumir porque no estamos preparados para ello. Nos sentimos inundados y envueltos en un torbellino de sentimientos que no podemos controlar: miedo a lo que pueda pasar, confusión porque realmente no he entendido nada de lo que me han dicho  y dudas  permanentes sobre cuáles son las decisiones que debo tomar en esos primeros momentos.

Habíamos imaginado un niño sano con el que compartir nuestras vidas y lo que estamos viviendo es una pesadilla, desasosiego, incertidumbre porque no sabemos qué le va a pasar, si sobrevivirá y si esa supervivencia será sin secuelas que puedan alterar su vida recién estrenada y las nuestras a medio construir. Cada vez que algún médico se acerca, sentimos por un lado tranquilidad porque nos informa pero, por otro lado, pensamos que nos va a informar de algo malo o que le tienen que hacer más pruebas que le van a doler una vez más. Sentimos que le tenemos que proteger , que tendría que estar con nosotros….

Por tanto, es de suma importancia ofrecer a estos padres y sus familias una  humanización en los cuidados desde el principio, dándoles apoyo emocional continuo y orientándoles desde que reciben la primera noticia hasta el alta, ya que conforme va trascurriendo el desarrollo del ingreso del recién nacido, las necesidades de los padres van cambiando y además se ven sometidos a “una montaña rusa” de acontecimientos y lo que ayer eran buenas noticias , hoy es un brusco cambio en la evolución del recién nacido por una infección o un problema nuevo que ha surgido de forma inesperada.  Para los padres este continuo vaivén supone un desgaste emocional aún mayor, tanto mayor cuanto más prolongado es el ingreso, algo muy frecuente en el caso de los recién nacido extremadamente prematuros.  Es indispensable que el apoyo emocional a los padres y sus familias esté disponible en cualquier momento y circunstancia para humanizar, guiar y orientar a lo largo de todo el ingreso del recién nacido.

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